viernes, 26 de junio de 2015

Entre el oscurantismo escolástico y el modernismo de la Teología de la liberación

En Hispanoamérica jamás se logró una ilustración. El movimiento católico en las Américas fue sesgado por las presiones políticas de un Imperio Español decadente que expulsó a la Compañía de Jesús de las colonias españolas y dejó el pensamiento escolástico como ideología del Nuevo Mundo. Así, el salto a la modernidad latinoamericana fue un salto lleno de los fantasmas de la escolástica católica. Los movimientos de la Teología de la Liberación fueron apagados rápidamente por las contrarreformas conservadoras de políticos corrompidos por el imperio Americano. LA CIA en conjunto con grupos paramilitares locales y en ocasiones con grupos militares perfectamente identificados, asesinaros y desmembraron cualquier intento de conciliación entre los movimientos nacionalistas y la modernidad católica inconclusa que los jesuitas intentaron cultivar en las Américas desde el siglo XVII y XVIII.
A diferencia de Estados Unidos, en Latinoamérica no dieron los cambios modernos que darían luz a industrialización. En su lugar el cacicazgo y las guerras de castas sumieron a los países latinoamericanos en la pobreza y el subdesarrollo. Aun peor, entrado el siglo XX, fuimos seducidos por movimientos social-democráticos importados y financiados por los imperios anglosajones. Nuestra democracia es una farsa al servicio de las grandes corporaciones multinacionales y, aun peor, al servicio de los intereses de EUA. La revolución Mexicana fue un movimiento orquestado desde Estados Unidos con la única intención de evitar el desarrollo industrial del nacionalismo porfirista que se identificaba mucho más con los movimientos cristianos franceses y alemanes nacionalistas, que con los movimientos social-demócratas anglosajones. La revolución mexicana fue una importación americana financiada por demócratas americanos que utilizaron a anarquistas y socialistas mexicanos, así como espiritistas plutocráticos para terminar con un proyecto de nación que buscaba unificar el Estado Mexicano y llevarlo al máximo de desarrollo de la Época.
Pero esos anarquistas, socialistas y espiritistas no eran más que escolásticos esclavizados. Personajes formados en el catolicismo ultraconservador o ateos comunistas. No existía un proyecto de nación sino una serie de ideas laxas y muchas veces incoherentes en educación, economía y gobierno. No es de extrañar que entrada en años la revolución lo único que viéramos de ella fuera caudillismo y golpes estado para posteriormente la creación un gobierno escolástico (la dictadura plutocrática ultracatólica) en asociación con el charrismo sindical (instituciones de control obrero sinarquistas y comunistas principalmente).
La teología de la liberación se daría primero, de forma parcial, en países como Brasil, Chile y Argentina. Grandes ejemplos de la nobleza de este pensamiento se pueden ver en las décadas de los 40’s y 50’s. Pero, lamentablemente, al comenzar a dar frutos fueron arrancados por los intereses supremacistas americanos. Hoy esos países aún viven con el germen de la teología de la Liberación pero ahogados entre complots de aparatos de Estado como la CIA, el Mossad y otras agencias de contrainteligencia. Y, a pesar de esto, más que nunca esos países luchan contra las fuerzas anarco-capitalistas del G7 para terminar lo que se debió terminar antes de la independencia de las Américas: un nuevo mundo acorde con las ideas humanistas, progresistas y nacionalistas de la Compañía de Jesús.
De tal manera que por un lado tenemos el movimiento de la Teología de la Liberación como producto del mestizaje hispanoamericano, como futuro de nuestras naciones y por el otro tenemos la opresión republicana supremacista.
La pregunta a cómo instaurar la Teología de la Liberación en un entorno en el que la autonomía no es posible es mediante la conformación de un poder nacionalista conservador en su identidad novohispana, capaz de hacer frente al totalitarismo anarco-capitalista anglosajón. Las primeras piezas las tenemos en el ejemplo social del Papa Francisco, una autoridad indispensable para el desarrollo de los países hispanoamericanos tanto por su papel moral y ético, como por su posición desvinculada de cualquier tipo de gobierno.  

La pregunta a cómo instaurar un gobierno nacionalista depende de la identidad de una nación fundamentada en los valores de la Teología de la Liberación (valores que aún permanecen dormidos en nuestras naciones desde la conquista).  Ambos pensamientos se complementan y se autorizan a sí mismos. Los ejemplos reformistas los tenemos a la mano: Simón Bolívar, Andrés Bello o Benito Juárez –quien sentía una profunda antipatía por la ilustración católica española, retrograda e incongruente, pero afin a la masonería continental muy semejante en su ideología a la filosofía jesuita.