miércoles, 15 de julio de 2015

En busca de una política económica iberoamericana

No existe una política económica iberoamericana, por lo menos no una que coincida con el pensamiento occidental. Los economistas que dictan las políticas económicas del país han sido formados en su gran mayoría en Universidades Anglosajonas y las escuelas de economía nacionales son remedos de segunda clase del pensamiento capitalista y comunista occidental. No hay una escuela económica que resuelva los problemas particulares de nuestro país. Obviamente es importante preguntarse por qué no funcionan las formulas americanas en países como el nuestro cuando si lo han hecho en otros como Japón, Singapur o Tailandia. ¿Por qué funcionan estos proyectos en países como Alemania o Dinamarca o inclusive políticas occidentales socialistas en países como Noruega?
Japón, Singapur o Tailandia son monarquías, no republicas. Alemania, Dinamarca o Noruega son repúblicas parlamentarias, unas con monarquía y otras no, pero al final el proyecto político de estos países está respaldado por una república en pleno uso de derecho, con matices de carácter histórico.
Países como Alemania, Estados Unidos y Suiza son Federaciones. Suiza de hecho es una Confederación. Sin embargo en México, y los países iberoamericanos, se creó como consecuencia de las amenazas de separación, el robo de territorios y las tendencias absolutistas, un sistema Federal sui generis cuyo único objetivo es someter a los diferentes Estados que conforman la federación al control de un gobierno central quien ejerce la política nacional. No es una federación. Los poderes de los Estados quedan restringidos únicamente a la coerción sociopolítica. El gasto está supeditado a las políticas centrales y la inversión depende directamente de los intereses presidenciales. Se trata de un presidencialismo autócrata que bien se explica, en el caso de México, por la Historia desde la Independencia, pasando por la Reforma, hasta la Revolución. Este tipo de democracia funciona bien cuando existe un control absoluto y para poder lograr este tipo de control se requiere de un gasto exorbitante, mucho mayor que el que requeriría una monarquía absolutista. En términos económicos, al menos la mitad del gasto público debe destinarse a mantener, a los Estados y poderes, subordinados al presidente. Obviamente este gasto no es destinado directamente los Estados sino que llega a las manos de los gobernantes locales mediante programas federales que funcionan como lavadoras de dinero. La mitad restante (en el mejor de los casos) es el gasto que se destina a la federación.
Un ejemplo de esta forma de gobierno es el seguro popular. El gasto público en Salud en México el de un 3.1% del PIB. DE este porcentaje los programas a cubrir por el gobierno federal son el IMSS, el ISSSTE, PEMEX, SEDENA y SEMAR. En el 2008 el gasto fue de alrededor del 30 mil millones de dólares.  El IMSS supuso el 42% de este gasto; el ISSSTE el 9.7% y el 3% aproximadamente entre SEDENA, PEMEX, SEMAR y los Servicios Estatales de Salud (SESA). El 45.2% restante correspondió a la Secretaria de Salud a través de programas como el Seguro Popular e IMSS oportunidades. De los programas mencionados sólo el IMSS y el ISSSTE paga un porcentaje el Empleado y el Empleador junto con el gobierno federal. El resto de los programas son de gasto exclusivo de los Estados y el Gobierno Federal. En el caso de la Salud, el gasto federal asciende al 70% aproximadamente mientras que el 30% se da entre empleadores, empleados y gobiernos locales. En realidad, de ese 30% menos del 1% corresponde a SESA, ya que el modelo de asistencia de los dos principales sistemas de salud (IMSS e ISSSTE) corresponde al trabajador y al dueño. Es decir que la mitad del gasto público en Salud (15 mil millones) se ejercen directamente por los gobiernos estatales en programas federales, aun cuando su aportación no llega ni al 1%. Además, de las licitaciones delegadas a cada Estado por parte del IMSS e ISSSTE, se dan en el ámbito de cada Estado y no a nivel nacional. Los delegados de cada programa (IMSS o ISSSTE) tienen la obligación de favorecer a través de contratistas locales a los políticos locales, por ejemplo en adquisición de material, infraestructura y subrogación de servicios (limpieza, alimentación o seguridad entre otros). Si uno hace un organigrama del flujo operacional resulta en un intrincado gasto cuyo único propósito en mantener a los Estados sujetos al gobierno federal. Ahora, ¿cuáles son los únicos lugares donde el federalismo ha tenido algo de éxito? El Distrito Federal donde se encuentra la infraestructura de tercer nivel y donde el nivel de cobertura federal es prácticamente del 100%. Dónde es donde el federalismo a presenta sus peores crisis de salud, en los Estados donde han gobernado partidos no alineados al presidencialismo y que actualmente presentan problemas de índole social profundamente graves (Michoacán, Guerrero y Morelos). No obstante México compensa ese gran despilfarro con un gasto privado en salud de otros 30 mil millones de dólares. Pocos países del OCDE (“los países más ricos del planeta”) gastan en proporción la cantidad de dinero que México hace en gasto privado (Estados Unidos y, quizá, Corea del Sur), que en realidad gastan aproximadamente un poco más que lo mismo del su gasto público.
El costo del presidencialismo es sumamente alto. Pero el costo de ir en contra del presidencialismo lo es aún más.  En términos de PIB, el 6.2% de gasto en salud es poco, de hecho el más bajo de los países de la OCDE. Dejemos la salud y pensemos en el 93.8% del PIB en un país donde la Deuda Externa corresponde al 40% del PIB, el nivel de desempleo en jóvenes está arriba del 25% y el nivel de educación superior es del 36% y un 9% de ese PIB pertenece a cuatro billonarios de la lista de Forbes. Cuando llegan las instituciones nacionales que deciden ampliar la deuda externa de los países iberoamericanos no preguntan si se trata de una república, de federalismo o de presidencialismo. Si el FMI o el BM, o si el Banco Interamericano de Desarrollo deciden otorgar un préstamo para contener el déficit presupuestal que supone este mecanismo de gobierno, la única condición es garantizar la seguridad de los inversionistas privados y mantener el pago. Pero siempre existe la posibilidad de una reestructuración de la deuda o comprometer más la liberación de los sectores estratégicos nacionales. Los cálculos en materia de control de gasto se basan en el gasto formal de los gobiernos locales y el presidencial, nunca se toma en cuenta este sistema informal de garantía de estabilidad sociopolítica. De hecho este gasto no entra en el cálculo de ningún modelo económico occidental. Es decir, del presupuesto de egresos de la federación, no se toma en cuenta todo ese dinero que se tiene que repartir a través de programas federales para garantizar el funcionamiento del presidencialismo. Pero nuevamente México tiene formas de compensar sus compromisos de desarrollo a través de préstamos internos y externos, ya sea a través del Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial o el Banco Interamericano, ya sea a través de bancos americanos privados o bancos que operan en México a través de colocación de deuda interna a tasas que han hecho que esos cuatro hombres (Slim, Larrea, Bailleres y Salinas Pliego)  sean dueños del 9% del PIB. Además de que posee el presidencialismo algunas cajas chicas de enormes recursos más grandes del mundo como lo es PEMEX o CFE.
De tal manera que pensar, remotamente, que una formula económica occidental basada en las teorías de Keynes o, aún más, de Friedman, simplemente es una locura. La política económica neoliberal es una utopía porque el problema no radica en las estructuras institucionales en sí –es decir políticas de austeridad, controles de inflación, control monetario estricto– sino el enorme gasto informal que requiere el presidencialismo para sobrevivir. Ese gasto no sólo implica a millones de burócratas de todos los niveles sino también  pequeños y medianos empresarios que se benefician de los programas federales; además ese gasto es indispensable para que el presidencialismo logre mantener una estabilidad política, social e inclusive económica.
Y no se trata de satanizar el presidencialismo. Estados Unidos gasta muchísimo más dinero en mantener su sistema político estable a través de un gasto discrecional informal a través de sus operaciones alrededor del mundo. Alemania gasta aún más con sus rescates multibillonarios a los países PIGS –prestamos que sin lugar a dudas son moralmente muy cuestionables. Aquí la cuestión es que las políticas neoliberales de Estados Unidos o de Alemania funcionan porque el gasto se controla desde las instituciones hacia a fuera y no de afuera hacia las instituciones donde, en el caso de México, la mayoría de los recursos se pierden. Cuando un gobierno puede extender su deuda para garantizar una política de influencia externa, es una política económica exitosa en términos de sustentabilidad política sin importar el gasto económico. Cuando un gobierno debe extender su deuda para garantizar una política de estabilidad interna, es una política económica del fracaso porque ese gasto económico únicamente se traduce en más deuda sin ganancia política. Eso pasa en México y esa es la diferencia entre el éxito neoliberal americano o alemán y el fracaso mexicano –y latinoamericano también.
Llegando a este punto creo que sólo existen dos opciones posibles para encontrar una solución económica adecuada en México y Latinoamérica. Una es poner fin al presidencialismo y permitir una autentica libertad económica en los estados de la Federación donde el presidente únicamente sea un auditor con capacidad de veto y censura, o la otra es terminar con el federalismo a favor de una república central basada en una economía de desarrollo delegacional dirigida desde el centro.

http://mundo.sputniknews.com/americalatina/20150624/1038668133.html

viernes, 26 de junio de 2015

Entre el oscurantismo escolástico y el modernismo de la Teología de la liberación

En Hispanoamérica jamás se logró una ilustración. El movimiento católico en las Américas fue sesgado por las presiones políticas de un Imperio Español decadente que expulsó a la Compañía de Jesús de las colonias españolas y dejó el pensamiento escolástico como ideología del Nuevo Mundo. Así, el salto a la modernidad latinoamericana fue un salto lleno de los fantasmas de la escolástica católica. Los movimientos de la Teología de la Liberación fueron apagados rápidamente por las contrarreformas conservadoras de políticos corrompidos por el imperio Americano. LA CIA en conjunto con grupos paramilitares locales y en ocasiones con grupos militares perfectamente identificados, asesinaros y desmembraron cualquier intento de conciliación entre los movimientos nacionalistas y la modernidad católica inconclusa que los jesuitas intentaron cultivar en las Américas desde el siglo XVII y XVIII.
A diferencia de Estados Unidos, en Latinoamérica no dieron los cambios modernos que darían luz a industrialización. En su lugar el cacicazgo y las guerras de castas sumieron a los países latinoamericanos en la pobreza y el subdesarrollo. Aun peor, entrado el siglo XX, fuimos seducidos por movimientos social-democráticos importados y financiados por los imperios anglosajones. Nuestra democracia es una farsa al servicio de las grandes corporaciones multinacionales y, aun peor, al servicio de los intereses de EUA. La revolución Mexicana fue un movimiento orquestado desde Estados Unidos con la única intención de evitar el desarrollo industrial del nacionalismo porfirista que se identificaba mucho más con los movimientos cristianos franceses y alemanes nacionalistas, que con los movimientos social-demócratas anglosajones. La revolución mexicana fue una importación americana financiada por demócratas americanos que utilizaron a anarquistas y socialistas mexicanos, así como espiritistas plutocráticos para terminar con un proyecto de nación que buscaba unificar el Estado Mexicano y llevarlo al máximo de desarrollo de la Época.
Pero esos anarquistas, socialistas y espiritistas no eran más que escolásticos esclavizados. Personajes formados en el catolicismo ultraconservador o ateos comunistas. No existía un proyecto de nación sino una serie de ideas laxas y muchas veces incoherentes en educación, economía y gobierno. No es de extrañar que entrada en años la revolución lo único que viéramos de ella fuera caudillismo y golpes estado para posteriormente la creación un gobierno escolástico (la dictadura plutocrática ultracatólica) en asociación con el charrismo sindical (instituciones de control obrero sinarquistas y comunistas principalmente).
La teología de la liberación se daría primero, de forma parcial, en países como Brasil, Chile y Argentina. Grandes ejemplos de la nobleza de este pensamiento se pueden ver en las décadas de los 40’s y 50’s. Pero, lamentablemente, al comenzar a dar frutos fueron arrancados por los intereses supremacistas americanos. Hoy esos países aún viven con el germen de la teología de la Liberación pero ahogados entre complots de aparatos de Estado como la CIA, el Mossad y otras agencias de contrainteligencia. Y, a pesar de esto, más que nunca esos países luchan contra las fuerzas anarco-capitalistas del G7 para terminar lo que se debió terminar antes de la independencia de las Américas: un nuevo mundo acorde con las ideas humanistas, progresistas y nacionalistas de la Compañía de Jesús.
De tal manera que por un lado tenemos el movimiento de la Teología de la Liberación como producto del mestizaje hispanoamericano, como futuro de nuestras naciones y por el otro tenemos la opresión republicana supremacista.
La pregunta a cómo instaurar la Teología de la Liberación en un entorno en el que la autonomía no es posible es mediante la conformación de un poder nacionalista conservador en su identidad novohispana, capaz de hacer frente al totalitarismo anarco-capitalista anglosajón. Las primeras piezas las tenemos en el ejemplo social del Papa Francisco, una autoridad indispensable para el desarrollo de los países hispanoamericanos tanto por su papel moral y ético, como por su posición desvinculada de cualquier tipo de gobierno.  

La pregunta a cómo instaurar un gobierno nacionalista depende de la identidad de una nación fundamentada en los valores de la Teología de la Liberación (valores que aún permanecen dormidos en nuestras naciones desde la conquista).  Ambos pensamientos se complementan y se autorizan a sí mismos. Los ejemplos reformistas los tenemos a la mano: Simón Bolívar, Andrés Bello o Benito Juárez –quien sentía una profunda antipatía por la ilustración católica española, retrograda e incongruente, pero afin a la masonería continental muy semejante en su ideología a la filosofía jesuita.