martes, 3 de abril de 2012

De la república de la manada al absolutismo de la masa


¿Qué se hace cuando se hace política? ¿Cuándo un republicano dice ser republicano y un demócrata dice ser demócrata? ¿Qué quiere decir eso? ¿Qué acaso no estamos hablando de republicas? ¿Estados Unidos de América, República Mexicana, República Islámica de Irán, República Popular China? ¡Vaya tomadura de pelo eso de las repúblicas! Y es peor aún con las monarquías parlamentarias como Inglaterra. O peor aún, aquella farsa política de una República Demócrata Alemana (RDA) y una República Federal Alemana (RFA) ¿Qué diablos querían decir esos tipos? ¿No son acaso los federalistas también demócratas? La política es un inmenso río que deviene: nunca se es lo mismo –diferentes aguas–, pero siempre se es el mismo río. ¿Qué se hace realmente cuando se hace política? ¿Qué hace diferente a un americano republicano de un americano demócrata? Risas. ¡Es ridículo! Y más ridículo porque está escrito en los libros, porque es Historia: La Historia de la Política de lo ridículo y redundante.

Yo soy un republicano: a mi saber, creo en la justicia y el derecho. También soy, dicho de paso, creo, un institucionalista dado que creo que las instituciones son el cimiento de una república fuerte; así también soy demócrata porque creo en el poder el pueblo para elegir sus gobernantes y proclamar sus normas y leyes a través de las instituciones que nosotros mismo creamos. Aun más, en el sentido político, soy liberal porque me rijo bajo el pensamiento de las libertades individuales y el derecho pero también soy conservador dado que creo en mi nación y en mi patria. Lo único que no soy, en relación a los partidos mexicanos es lo de revolucionario. No hay nada de revolucionario en la ideología partidista de los partidos mexicanos. Pero tampoco hay nada de republicano en el partido republicano americano ni nada de demócrata en el partido demócrata. Basura.

Pero, a mi saber, del PRI (Partido Revolucionario Institucional), del PRD (Partido Revolucionario Democrático), y del PAN (Partido Acción Nacional), soy institucional, demócrata y nacional aunque esos tres partidos no tengan nada de institucionales, de democráticos o de nacionales.

Ahora bien, toda esa oratoria ecuménica, quizá guardaría sentido si, hubiese una monarquía absolutista o gobiernos centralistas. Pero eso, creo, es de hace muchísimo años (200 años o más) y no tiene sentido actualmente. ¿Por qué, entonces, se utiliza? Y no sólo como referencia cotidiana sino como símbolo de anexión o preferencia política. Bobos. La política es un circo de sin sentidos, o de sentidos abstractamente concretos; a decir de Freud, exactamente esquizofrénicos.

Existe otro gran problema al tratar de abordar desde la perspectiva histórica la evolución de la política, no sólo en México, sino en el mundo entero. Y es el de que nunca ha existido en sí una política como tal; movimientos sociales sí, el de independencia americana, las republicas francesas, el imperialismo británico. Pero si uno ve detenidamente, no hay nada de político en ello, es económico o social, meramente económico o social, y una partida de ideólogos no hablando de política sino de economía o, en el mejor de los casos de sociología. La gran inflexión mundial, la del socialismo, es una doctrina económica no política; las republicas francesas fueron un movimiento social sin estructura política: de ahí que no hubiera una sino cuatro repúblicas francesas. Aun más, el conservadurismo derechista de Margaret Thatcher… ¿no fue acaso de la mano de la era más neoliberal que haya existido jamás?

Ha mi entender que la política no es más que la justificación racionalizada del uso de la fuerza de coerción para el servicio de intereses económicos o sociales de grupos. Y sí, otorga legitimidad, y más legítima es y más poderosa se vuelve en tanto menos política se es. Como ha sido siempre. Y no soy anarquista ni nihilista. Simplemente veo lo que veo. Como lo he dicho arriba, políticamente, soy republicano, liberal y demócrata. O dicho de otra manera: soy, soy, soy. Ahora es entendible porque es políticamente correcto cambiar de partido en partido, o de idea en idea: de ser nacional a privatizarlo todo; de ser institucional a corromper toda institución; de ser demócrata a promover las revueltas sociales e inclusive la violencia.

Lo interesante de todo esto es, nuevamente, el sentido de esos intereses que obedecen a causas de todo tipo menos políticas. O más interesante aún es sí realmente puede existir una causa política per se.

Dice Aristóteles que somos un animal político… bueno, en cuanto a esa doctrina del derecho y la moral. La nobleza de Aristóteles es hermosa y lo cito: “La investigación en torno a lo que debe ser el bien y el bien supremo parece pertenecer a la ciencia más importante y más arquitectónica… … Y esta parece ser la política”. El mismo, en Política, dice después: “Es evidente que existe una ciencia a la que corresponde indagar cuál es la mejor constitución, cuál, más que otra, es adecuada para satisfacer nuestros ideales, cuando no existen impedimentos externos, y cuál se adapta a las diferentes condiciones para ser puesta en práctica. Ya que es imposible que muchos puedan realizar la mejor forma de gobierno, el buen legislador y el buen hombre político deben saber cuál es la mejor forma de gobierno en sentido absoluto y cuál la mejor forma de gobierno en determinadas condiciones.” Ya sea como doctrina del derecho y la moral, ya sea como Teoría del Estado, el arte del buen gobierno empieza justamente por, pareciera ser, el Logos; o dicho más coloquialmente en lo que hace del hombre potencia en su estar siendo. Entendiendo de esta manera la política es perfectamente explicable por qué no tiene sentido y lo dice todo cuando en realidad no dice nada.

Pero esto es en sentido lingüístico y filosófico. Aterrizar este concepto a la práctica política es mucho más complejo. Hacerlo al nivel de la política mexicana es aun más complejo. ¿Y donde empezar para entender la política actual? Y decir, ¿a partir de los privilegios de quién inicia la política mexicana? ¿A partir de la Reforma de Benito Juárez? Economía no política; sociología no política. ¿Cómo es que se enfrentaban conservadores frente a liberales? ¿Conservadores de qué, liberales de qué? Y Juárez con sus leyes de reforma… ¿qué eran entonces esos que se hacían llamar republicanos conservadores que no reconocían ni la ley ni el derecho ni la igualdad de los mexicanos frente a la ley? Y aun hoy, que hay de esa igualdad de ley y de derecho, sólo una subrogación de fueros hacia otro grupo de poder… Pero Benito Juárez hacía política y la hacía también Maximiliano que era tan republicano o más que Juárez aun siendo de la familia de Hamburgo.

¿O sería a partir de la Revolución Mexicana? ¿Explicarla a través de los científicos, del problema de la sucesión, del cuadillismo hasta la instauración de la institucionalización de los poderes? Francisco Bulnes diciendo que los indios son una raza inferior, José Limantour y el derecho de clases y sus profundos nexos con la clase empresaria extranjera o el mismo Vasconcelos con su xenofobia americana y su nacionalismo centralista. ¿Qué eran estas personas: republicanos, liberales, conservadores, nacionalistas? ¡Ah! Aun por ahí merodean Creel y Reyes defendiendo su linaje patriota.

Y a pesar de todo ello, no podemos más que aceptar que fueron peones en un juego de poder, en una Teoría de Estado de causas multiples excepto políticas. Todos ellos: Limantour, Bulnes, Bernardo Reyes, Adolfo de la Huerta. El propio Victoriano –pobre estúpido traidor que creyó que era un hombre político. Pero lo mismo fue Santa Anna que fue mucho más patriota que Francisco Madero. O Reyes que nuestro ícono revolucionario Emiliano Zapata.

La complejidad de la política mexicana, y de los pensadores que creaban un Estado, no obedecía a las fuerzas de un ideal de Estado sino a una ideología económica o social: como el racismo y nepotismo científico, o las políticas económicas de los hermanos Flores Magón –al final títeres. Y Madero títere, Huerta títere. Adolfo de la Huerta títere, Obregón y Calles, títeres. O el caudillismo zapatista de repartición de tierras. Pobres imbéciles.

Habría que explicar la evolución práctica de la política a partir de un hecho moderno: la multiplicidad. Sólo mediante la multiplicidad es posible entender y lograr ese salto gigantesco para escapar de la dialéctica del absolutismo y la república, para comprender una política que se mueve en todos los sentidos y permita, sin la menor suspicacia, que coexistan demócratas, republicanos, conservadores y liberales.

En el sentido de la política, la multiplicidad es un salto gigantesco porque logra escapar de la dialéctica que ya carecía de significado. Es decir, frente a la abolición del absolutismo como concepto genérico, y el surgimiento de la república, la multiplicidad permite que la política se mueva en todos los sentidos que quiera sin la menor suspicacia acerca de lo engañosa que es. La multiplicidad, es decir, permite que coexistan demócratas, republicanos, conservadores, liberales. Sí, la creación de ese sustantivo, como dice Deleuze, sería decisivo para escapar a la oposición abstracta de lo múltiple y lo uno, para escapar de la dialéctica y poder pensar lo múltiple a niveles de un Estado puro, no unidades totales perdidas, sino a futuro. Así Russell y Bergson, hablarían de multiplicidad para escapar de la opresión de la dialéctica que no tiene sentido en la política, ni en la física, ni en nada humano. Nuevamente: ¿Republicanos contra demócratas? ¿Qué diablos quiere decir eso?

Pero tampoco eso es suficiente: había que encontrar la forma de hacer una distinción entre los comportamientos uniformes, divisibles pero en igualdad de sus miembros; de los comportamientos más pequeños y discretos, también divisibles mucho más dispersos y desiguales que escapan de la totalización. Así Elías Canetti hace una diferencia entre la masa y la manada. Los científicos porfirianos son una manada; el sindicato de trabajadores al servicio de la educación son una masa.

Entonces tenemos manadas haciendo política, pero también masas haciéndola: masas sigilosas, aparentemente desinteresadas, malignas. Baudrillard les llama el maligno objeto genio de la masa. Sí, en algún momento el hombre político cree que tiene a la masa, que la dirige, que la mueve a su voluntad. Lo que no sabe, pobre diablo, es que la masa gobierna; el objeto domina al sujeto voluntarioso, cargado de todo ese logos político, toda su volición, toda su fuerza, su potencia, no sirven de nada frente a la masa que es esa multiplicidad esquizofréniforme.

Comte descubrió esa característica política y, al observar su complejidad, decidió inventar una nueva ciencia y llamarla sociología. Pero el que Comte fuera lo suficientemente inteligente como para no meterse en problemas y preferir hablar de esa política como sociología, no por ello significa que no exista el hombre político, puramente político del que hablan dulcemente Platón y Aristóteles, aun cuando sea filosofía, esa ciencia que ya no sirve para nada y que es un lujo, como diría un tío –gran economista por cierto pero no político–, de la provincia. No en vano la política actual es de neoliberales expertos en su materia: la política debía evolucionar a multiplicidades: expertos en sociología agraria, sociología urbana, de guetos; expertos en economía monetaria, en economía crediticia, en economía presupuestaria. Pero aun así no se llaman sociólogos agrarios, ni economistas presupuestarios. ¡No! Debe ser: política agraria, política presupuestal o monetaria.

Mi pregunta, en un sentido amplio, es que tiene qué ver eso con la Teoría del Estado, con el hombre político y las doctrinas del derecho y la moral. Verán que el político es un hombre en extinción y la política, como ciencia primordial del bienestar humano, ya no existe. Y en cierta forma no es el problema el hombre político, sino a lo que ha devenido como líder de manada, y a lo que ha devenido la manada y a lo que ha devenido la masa en sí, como ese genio maligno del objeto de acuerdo a Baudrillard dentro de la necesidad de multiplicidades que puedan explicar esos absurdos como república, democracia, federalismo, liberalismo –y sus diferentes ramas en el sentido político no económico–, nacionalismo y globalismo.

Verán, Vasconcelos no era un hombre de Estado, era un filósofo y escribe esta monumental obra de política llamada La Raza Cósmica. Especie de diario, sin embargo en ella habla de las cualidades de esa nueva raza que ya sentía venir en Brasil, en Chile, en Argentina; y también advierte de los peligros y necesidades de los hombres políticos deben enfrentar. Aun siendo un diario, y aun siendo discretamente racista, aborda superficialmente el problema de la Teoría de Estado. Quizá era un libre pensador que aborrecía las instituciones a las cuales servía; quizá por ello estuvo viajando tanto tiempo.

Por el contrario Bulnes era un hombre político, justifica la política en el sentido actual de la palabra –como justificación del uso de la fuerza para la coerción–. Justificó el porfiriato, justificó el racismo hacia el indígena como hombre político. Pero también como hombre político era sólo un títere que se escondió en Cuba tras el fracaso de la sucesión de Madero y que regresó a escribir con su desafortunada elocuencia cuando Adolfo de la Huerta intentó conciliar los grupos de poder mexicano. También como hombre político intentó, en su momento, conciliar, mediante el uso de la política, los grupos que buscaban la sucesión sin éxito: ni el grupo regio ni los científicos estaban dispuestos ha ceder en pro de la tranquilidad y la seguridad del Estado. Pero hay algo peculiar de este hombre de manada, que por un momento lo hizo líder, y es cuando reconoce la necesidad de sacrificar los privilegios de los grupos de poder para salvar las instituciones políticas –el ejecutivo, el legislativo y el judicial– aun cuando ello implicó el alejamiento de los principales líderes de la elite mexicana. Al final Bulnes tuvo razón: Reyes fue asesinado, Madero asesinado, Limantour huyó a refugiar sus demonios en la cuna de la república; también el ejecutivo desapareció temporalmente entre una cruenta guerra de caudillismo, y los poderos judiciales y legislativos sufrieron gravísimos retrocesos que aun actualmente se están pagando.

Cuando, en México, hablamos de política hablamos de todo y de nada; hablamos de lo que está a la vista: corrupción, pobreza, falta de liderazgo; pero también de lo que esconde en las profundidades, la masa como objeto maligno que reboza en confianza, que ha desarrollado su propia Teoría de Estado basada en el cinismo y la ilusión de una pasividad. La multiplicidad sigue ahí bajo la forma de partidos sin ideología, sin un sentido literal de la política; los hombres de manada han desaparecido para dar lugar a las nuevas figuras –héroes de acción– que funcionan al modo que la masa desea. Pobres tontos: creen que se aprovechan de la masa cuando es la masa quien los devora y los mueve a su antojo. Porque verán, cuando se trata de política, la masa es dueña absoluta –en el sentido político. Lo demás, todo lo demás, no es más que ilusión: república, democracia, liberalismo, nacionalismo. Eso nunca existió, y si lo hizo, fue hace muchísimo tiempo. Así, no existe tal cosa como republicanos, ni demócratas, ni siquiera instituciones. Hay absolutismo. Lo absoluto del genio maligno del objeto, de la masa.

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