jueves, 19 de abril de 2012

La política de Masa: a propósito de ejemplo Barack Obama

Cuando, hace ya casi cuatro años, los americanos eligieron al primer presidente negro: fue un hito histórico no sólo porque fuera negro Obama, sino porque sus apellidos eran del medio oriente y porque representaba la promesa constitucional de una igualdad en derechos y obligaciones. Es decir, votaron por el valor que creyeron –y creía el mundo entero– carecía Estados Unidos. También representa un hito moral de la masa, como lo fue Kennedy que era católico o Reagan que era actor, aunque hay que decir con justicia que Kennedy y Reagan, comparados con Obama, son minúsculos y de significancia moral hasta pueril. El negro de apellidos musulmanes representaba los principios más fundamentales de la Carta Magna americana: libertad e igualdad de derechos. Se trató, a mi parecer, del hecho más emocionante de la política de masas en la historia republicana. Al final, no votaron por el Estado, votaron por la imagen(representación) que estaba bastante dañada tanto en el ámbito externo pero también interno: la de un país democrático, la de una república, representada más allá del Estado.

Constantemente pienso en las particulares circunstancias de dicho suceso. Desde siempre, como Estado constituido, se ha sabido el carácter intervencionista e imperialista de EUA. Por lo menos en el exterior. Dentro y fuera se mostró la imagen del líder social que habría de establecer la democracia y paz mundiales a pesar de la insensatatendencia de algunos pueblos o algunos personajes a contradecir la voluntad democráticamente inalienable de los pueblos. Cuando se crea la Guerra Fría, América tomó el rol principal en la protección de lo que ellos llamaban democracia, como sinónimo del derecho inalienable del capital privado por sobre todo lo demás, aún los derechos humanos.

El capitalismo y el socialismo se erigieron como doctrinas políticas bajo argumentos que se filtraban en un estamento erosionado por la confusión de lo que constituye una república y lo que constituye un Estado. Con el paso de los años, el exterior percibió con mayor hostilidad las acciones americanas pero algo sucedía en EUA, que no se daban cuenta de ello. Para el americano promedio, y la gran mayoría de los americanos, su país era un libertador y un luchador de las causas democráticas en el mundo, ergo, amados por el mundo. (Y es que resulta curiosa la lógica occidental del capital –desde Los Ángeles, pasando por la Habana, Madrid, Moscú yhasta Shanghái– como una dialéctica del bien privado como justicia de derecho y soberanía inalienable y el bien público como justicia de derecho y soberanía inalienable, así aplicado al capitalismo salvaje americano o al comunismo totalitario cubano –de qué jodidos se está hablando ¿?).

Sin embargo algo pasó en EUA. La creación del internet comenzó a volver la comunicación un hecho global y masivo, ya no sólo controlado por un grupo de poderosos que difundía internamente una imagen benévola y libertaria de EUA, sino difundido por la Masa en bites, en bandas anchas y ondas satelitales. Pronto el americano promedio comenzó a notar que había una hostilidad global y fundamentada hacia EUA y que las naciones, en general y no sólo de los comunistas y fascistas,tenían una percepción completamente diferente acerca de ellos de lo que ellos pensaban de sí mismos. El once de septiembre del 2001 ciertamente fue un hecho que conmocionó al americano que, ya para entonces, comenzaba a pedir mayor atención hacia el interior y menor injerencia en los problemas mundiales (a justo decir que existía ya una consciencia parcial de esta situación). Y fue peor aún, cuando se dieron cuenta que en la mayoría de los países se celebró dicha tragedia, no en el ámbito oficial, pero sí en las redes sociales, en los blogs, en los chats, en los dominios de la masa económicamente activa. “¿Por qué nos odian?”, se preguntó el americano que cada vez tenía mayor acceso a las opiniones mundiales a través del internet. Las voces se levantaron: “¡Tiranos, represores, violadores de los derechos humanos, asesinos, impostores!”. El americano comenzaba a entender la verdadera imagen de su nación frente al mundo.

(Sí, hablo de valores y moral, y estoy dejando fuera toda la parafernalia económica que erosionó la política hasta mezclarse la primera con la segunda y viceversa, dando por entendido que aceptamos y disculpamos la confusión que se desarrolló después de las doctrinas de Marx y Engels, alimentadas aún más por Peter Kropotkin, Maynard Keynes o Karl Popper).

El americano es un pueblo peculiar: raramente cuestiona las acciones de sus representantes, y menos de su presidente. Existe una idea generalizada de que el presidente hace lo mejor para la nación. Su margen de pensamiento de acciones se mueve entre dos partidos que, curiosamente, representan políticamente lo mismo: demócratas y republicanos. Y su juicio se da en relación a su bienestar subjetivo y los valores y moral que los medios dictan (para ejemplos están Nixon y Clinton); y lo que ellos conocen como política no es más que una acción dirigida a la determinación del Estado al servicio del beneficio de aquel que ostenta el capital como hecho de justicia.

Es indudable que la situación económica del 2006 y 2007 jugaron un papel fundamental en la decisión del americano, pero ya en el 2004, cuando Bush contendió contra Al Gore, EUA se encontraba en una situación económica bastante peligrosa desde varios años atrás, y bajo el gobierno republicano. Y ganó Bush nuevamente –aquí también hay que mencionar que Florida, el estado Bush, le dio la victoria final al republicano de forma sospechosa–. Todo se calmó y nada pasó. Los republicanos continuaron gobernando bajo la consigna ilusoria de defender a América de las amenazas totalitarias. Las voces se alzaron nuevamente: “¡No más sangre por petróleo! ¡No más torturas en Guantánamo! ¡No más invasiones a países que se encuentran al otro lado del mundo!”

Hago un paréntesis: Si con Vietnam hubo un movimiento de consciencia social, me atrevo a decir que fue porque el gobierno lo permitió, e inclusive lo generó, al no ver más ventajas de mantener un costoso ejército en el lejano oriente y sí observar profundos problemas políticos, y potencialmente más peligrosos que lo poco que ganaban económicamente, en la región y dentro de su país. Pero al Lejano Oriente, le siguió Centroamérica y Sudamérica, África, el Medio oriente. También un estilo muy diferente de agresión se desarrolló, basada en guerrillas, que resultaba ser mucho menos costosa, menos vistosa, y generaba mejores resultados para los propósitos económicos y sociales (¿?) americanos.

La realidad, ante estos hechos, es que dentro de la estructura política americana no hubo ningún cambio ni en forma ni en fondo desde la segunda guerra mundial –quizá antes– hasta el 2008 en que gana Barack Obama las elecciones presidenciales. ¿Por qué un cambio de tal magnitud en EUA? No sólo fue la victoria de un demócrata, de un negro, de un hombre de nombres musulmanes. No fue sólo la promesa de mejorar la situación económica, de cambiar las estrategias «políticas globales». No. Hubo un impulso mucho más profundo en la mentalidad de la gente que hizo que votaran por un cambio aparentemente tan radical. Lo más emocionante fue ver el asombro en el mundo al ver ganar a Barack Obama la presidencia. Nadie lo podía creer.

Y nadie lo podía creer porque en el fondo todos sabemos que no se trató de cambios de rumbo económico o de las relaciones exteriores de Estado. Nadie lo podía creer porque el pueblo americano había mostrado al mundo una cara que nunca se hubiera podido creer que tuviera: la de la masa política. Eso fue radical. Ya el hecho de que, comofigura pública, «política», Obama prometiera dimes y diretes, pasaba a segundo plano. La esperanza surgió en el cambio de un valor fundamental: en la multiplicidad que supone la posibilidad –aunque sólo sea eso– de un futuro y mostrar una disposición a las transformaciones de las estructuras cognitivas de un pueblo que parecía creer saberlo y tenerlo todo. ¡Eso fue lo fascinante de las elecciones del 2008! Un negro hawaiano, de ancestros africanos y musulmanes, a la cabeza de la nación más poderosa del mundo. Eso no fue otra cosa más política de masa; auténtica y definitivamente escasa política de masa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario